Muchas veces nos encontramos haciendo responsables o culpando a eventos y personas de nuestra mala suerte, de nuestro infortunio y desgracia con expresiones como “por culpa del mal tiempo llegue tarde” o “por culpa de mis padres yo soy inseguro”, “mi pareja es responsable de mi tristeza” etc. No nos damos cuenta que le estamos confiriendo el poder con nuestras pensamientos y palabras a esas cosas sobre nuestro vida y destino. Si tuvimos esas experiencias desagradables con el clima, con nuestros padres o con la pareja es porque nos las merecíamos por ley de karma, porque en el pasado hicimos daño a alguien de forma similar.
Debemos entender que somos responsables por nuestras experiencias dejar y parar de darle poder con la palabra a eventos y personas sobre nosotros. Debemos asumir el mando de nuestra vida y decretar “Yo soy señor y dueño de mi vida y de mis asuntos”, “Yo soy Dios en mi vida”. Debemos decretar “Yo me hago responsable por mis pensamientos, acciones y palabras pasadas y presentes” para poder recuperar el control total de nuestras vidas. Debemos reconocer el poder que reside en nosotros.
A veces me he dado cuenta que yo hago lo mismo. Por ejemplo le atribuyo a los medicamentos y pastillas el estado de mi cuerpo con expresiones como por ejemplo “esta pastilla no me deja bajar de peso”. Tengo que hacerme responsable por el estado de mi salud y si estoy gordo es debido a una decisión consciente o inconsciente; es debido a un modelo mental y emocional que me creo ese estado físico. Nada tiene poder sobre mí a menos que yo le confiera ese poder con mi atención.
Desde la perspectiva budista cada quien es responsable por su propia experiencia y tu poder como ser humano radica en que haces a partir de esas vivencias ya sea que las califiques de malas o de buenas. Cada quien opta por aprender lecciones de ellas o ubicarse como víctima.
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